Lectura errónea del sensor de CE: causas, comprobación en campo y soluciones prácticas

Métodos prácticos y técnicos para asegurar mediciones fiables de conductividad eléctrica ⚡????

Medir correctamente la conductividad eléctrica (CE) es esencial para optimizar el riego y la fertilización. Sin embargo, no es raro que un sensor muestre valores extraños. En este artículo encontrarás métodos técnicos y prácticos para detectar, comprobar y corregir lecturas erróneas, asegurando datos fiables en todo momento. ⚡????

Qué es un sensor de CE y para qué se utiliza

Un sensor de conductividad eléctrica (CE) es un dispositivo diseñado para medir la cantidad de sales disueltas en un medio, generalmente agua o suelo. La lectura de CE se expresa en milisiemens por centímetro (mS/cm) y refleja la capacidad que tiene una solución para conducir electricidad. En agricultura, esta medición es un indicador directo de la salinidad, un factor clave que influye en la disponibilidad de nutrientes y en la salud de las plantas.

En la práctica, los sensores de CE se instalan en diferentes puntos del sistema de riego o a distintas profundidades del perfil del suelo. Los modelos más avanzados transmiten datos en tiempo real a una plataforma de monitoreo, permitiendo que el agricultor detecte cambios en la salinidad y actúe rápidamente. Esto es fundamental para evitar problemas como la acumulación excesiva de sales, que puede generar estrés osmótico en las raíces y afectar el rendimiento del cultivo.

El uso de un sensor de CE no se limita al control de salinidad. También es una herramienta para:

  • Verificar la calidad del agua de riego.
  • Ajustar la concentración de fertilizantes en fertirrigación.
  • Identificar zonas del terreno con problemas de drenaje.
  • Evaluar la efectividad de lavados o enmiendas aplicadas al suelo.

Es importante entender que un valor de CE no es estático: puede variar a lo largo del día y en función de factores como temperatura, humedad y textura del suelo. Por ejemplo, un mismo terreno puede mostrar lecturas diferentes entre la mañana y la tarde debido a cambios de temperatura y evaporación.

Por estas razones, contar con un sensor de CE fiable y bien calibrado es esencial. Una lectura errónea puede llevar a decisiones equivocadas, como aplicar más fertilizante del necesario o realizar lavados innecesarios, con el consiguiente gasto de agua y nutrientes. Conocer bien cómo funciona y para qué se usa es el primer paso para interpretar sus datos de forma correcta.


Principales causas de lectura errónea o elevada de CE

Cuando un sensor de conductividad eléctrica muestra valores inusualmente altos o fuera del rango esperado, no hay que apresurarse a culpar al dispositivo. En la mayoría de los casos, una lectura elevada no indica necesariamente un fallo técnico, sino que refleja condiciones específicas del entorno que afectan la medición.

Nuestros agrónomos han comprobado que una de las causas más habituales es la acumulación de sales en el suelo, especialmente después de riegos con agua de alta CE o tras aplicaciones de fertilizantes. Este fenómeno puede concentrarse en la zona donde está ubicado el sensor, generando lecturas que parecen “anómalas” pero que en realidad muestran una situación puntual.

La humedad del suelo también influye notablemente: suelos muy secos pueden mostrar valores más bajos, mientras que un suelo saturado de agua facilita la conducción eléctrica, aumentando la lectura. Esto está estrechamente ligado a la textura del suelo: un terreno arcilloso, con alta capacidad de retención de agua y sales, suele registrar valores más altos que uno arenoso, donde el drenaje es rápido.

Otro factor clave es la temperatura. Nuestros técnicos estiman que, por cada grado que la temperatura del suelo se eleva por encima de los 25 °C, la lectura de CE puede aumentar aproximadamente un 2 %. Esto significa que una medición realizada en un día caluroso a media tarde puede ser considerablemente más alta que la tomada por la mañana.

La profundidad de medición también explica muchas discrepancias. Un sensor superficial puede detectar picos de salinidad tras un riego localizado o la evaporación, mientras que un sensor más profundo refleja condiciones más estables pero menos sensibles a cambios inmediatos.

Por último, la ubicación del sensor dentro del sistema radicular es determinante. Si está demasiado cerca de un gotero o en una zona con drenaje deficiente, es probable que registre valores atípicos. Antes de asumir un fallo del equipo, conviene revisar estos factores y realizar pruebas comparativas para confirmar el origen real de la lectura elevada.


Cómo detectar fallos en la medición de CE

Antes de dar por hecho que un sensor de conductividad eléctrica está defectuoso, es importante realizar una verificación sistemática que permita diferenciar entre un fallo real y una lectura influida por las condiciones del entorno. En nuestra experiencia, muchos casos que al principio parecen un problema del dispositivo acaban teniendo su origen en factores como acumulación de sales, humedad o temperatura del suelo.

Nuestros agrónomos recomiendan siempre comenzar por una prueba sencilla que permita confirmar rápidamente si el sensor está trabajando de forma correcta. Si los resultados no son concluyentes, entonces se pasa a un análisis más detallado con otras comprobaciones.

Procedimiento de verificación básica

Aquí entra en juego un método de campo muy sencillo y efectivo, utilizado habitualmente por nuestros agricultores para salir de dudas:

  • Llenar un cubo con agua de la propia balsa de riego, de la que ya se conoce la CE exacta.
  • Colocar el sensor en posición horizontal, preferiblemente junto al tensiómetro superficial para mantener condiciones similares de instalación.
  • Dejarlo unos minutos hasta que la lectura se estabilice.

Si el valor obtenido coincide con la CE conocida del agua, podemos descartar un fallo del sensor. En cambio, si persiste una desviación significativa, conviene realizar una segunda verificación con una solución patrón de conductividad conocida, tal y como se hace en calibraciones técnicas.

Este enfoque combina la practicidad del método en campo con el rigor de las pruebas de laboratorio. La gran ventaja es que permite una respuesta rápida, sin necesidad de desmontar el equipo ni interrumpir el sistema de riego. Además, al usar el agua habitual de trabajo, se eliminan variables adicionales y se obtiene una comprobación directamente relevante para el entorno de uso real.

Pruebas complementarias en campo

Cuando la verificación básica no resuelve la duda, es recomendable realizar pruebas adicionales para confirmar el diagnóstico:

  • Comparativa con un medidor manual en la misma ubicación y profundidad que el sensor instalado.
  • Uso de solución patrón de CE conocida para validar la precisión y calibrar si es necesario.
  • Inspección visual del sensor para detectar suciedad, incrustaciones o burbujas de aire que puedan interferir en la medición.
  • Verificación de la temperatura del medio, ya que variaciones térmicas pueden provocar lecturas diferentes sin que el sensor esté defectuoso.

Estas comprobaciones ofrecen una visión más completa del estado del sensor y ayudan a identificar si el problema está en el equipo o en las condiciones del entorno.


Mantenimiento, calibración y metodologías recomendadas

La precisión de un sensor de conductividad eléctrica no depende únicamente de su tecnología, sino también del cuidado que recibe a lo largo de su uso. Un mantenimiento adecuado y calibraciones periódicas son esenciales para prevenir lecturas erróneas y prolongar la vida útil del equipo.

Nuestros agrónomos recomiendan aplicar una rutina sencilla pero constante que incluya los siguientes puntos:

Limpieza periódica

Con el tiempo, los electrodos y la superficie del sensor pueden acumular restos de sales, biofilm, algas o partículas en suspensión. Esta suciedad interfiere en la medición y puede generar lecturas inestables o incorrectas. La limpieza debe hacerse con agua destilada o soluciones específicas para electrodos, evitando el uso de productos abrasivos que puedan dañar los componentes. En sistemas con agua dura o alto contenido de sólidos, conviene aumentar la frecuencia de limpieza.

Calibración con soluciones patrón

Para asegurar la exactitud, el sensor debe calibrarse de forma periódica, especialmente después de limpiezas profundas, largos periodos sin uso o cuando se detecten lecturas sospechosas. La calibración consiste en sumergir el sensor en una solución de conductividad conocida y ajustar la lectura hasta que coincida con el valor de referencia. Esto garantiza que el equipo trabaje dentro de sus parámetros de precisión.

Revisión de la instalación

Un sensor limpio y calibrado puede seguir dando lecturas erróneas si está mal instalado. Es fundamental que esté en contacto pleno con el medio (agua o suelo), sin burbujas de aire ni inclinaciones indebidas, y colocado a la profundidad recomendada. También se debe evitar su ubicación en zonas con flujo irregular de agua o donde se concentren sales.

Registro histórico de lecturas

Llevar un historial de los datos permite detectar tendencias y anticipar problemas. Una desviación progresiva hacia valores más altos o bajos, sin cambios en las condiciones de riego o fertilización, puede indicar desgaste o necesidad de recalibración.

Comprobaciones cruzadas

De manera periódica, es recomendable comparar las lecturas del sensor con un medidor manual o análisis de laboratorio. Esto actúa como control de calidad y ayuda a detectar desajustes antes de que afecten a las decisiones agronómicas.

En definitiva, el mantenimiento y la calibración no son solo tareas de rutina: son la base para obtener datos fiables y tomar decisiones precisas en el manejo del riego y la nutrición del cultivo.


Interpretación correcta de discrepancias

Encontrar diferencias entre las lecturas de un sensor de CE y otros métodos de medición no siempre significa que haya un error. Muchas veces, estas discrepancias se deben a variaciones naturales del medio, y comprenderlas es clave para interpretar correctamente los datos y tomar decisiones acertadas.

Uno de los factores más determinantes es la profundidad de medición. Un sensor instalado cerca de la superficie está más expuesto a cambios bruscos provocados por riegos, evaporación o lluvias. Esto puede generar picos temporales de salinidad que no se observan en sensores más profundos, donde las condiciones son más estables. Por el contrario, los sensores profundos pueden tardar más en reflejar cambios recientes, lo que no significa que estén midiendo mal, sino que muestran una realidad más amortiguada del perfil del suelo.

La temperatura también influye directamente. Las mediciones de CE aumentan de forma aproximada un 2 % por cada grado que la temperatura del medio se eleva por encima de los 25 °C. Esto implica que una lectura tomada a media tarde en verano será, de forma natural, más alta que la de primera hora de la mañana, incluso en las mismas condiciones de humedad y salinidad.

Las condiciones de humedad son otro punto clave. En un suelo muy seco, la capacidad de conducción eléctrica disminuye, reduciendo la lectura de CE. En cambio, en un suelo saturado, el agua favorece la movilidad de los iones y eleva la medición. Por eso, comparar lecturas tomadas en momentos con diferente nivel de humedad puede llevar a conclusiones erróneas si no se considera este factor.

Además, la ubicación exacta del sensor dentro de la zona radicular puede explicar diferencias notables. Un sensor colocado demasiado cerca de un gotero, o en una zona con drenaje deficiente, registrará valores que no representan el promedio del cultivo, sino una condición muy localizada.

Entender estos factores no solo evita diagnósticos equivocados, sino que permite aprovechar mejor la información que proporciona el sensor. En lugar de buscar un único valor “correcto”, el agricultor debe interpretar las lecturas dentro del contexto agronómico, considerando ubicación, profundidad, temperatura y humedad en el momento de la medición.


Cuándo sustituir un sensor de CE

Aunque un sensor de conductividad eléctrica bien cuidado puede ofrecer lecturas fiables durante varios años, llega un momento en el que su rendimiento empieza a degradarse y la sustitución se convierte en la mejor opción. Identificar este punto a tiempo evita que decisiones críticas se basen en datos erróneos.

Nuestros agrónomos recomiendan prestar atención a varias señales de alerta:

Lecturas inestables o erráticas

Si, incluso después de una limpieza y calibración correctas, el sensor muestra variaciones bruscas sin que haya cambios reales en el medio, puede ser indicio de que los electrodos o componentes internos están deteriorados.

Deriva constante en las mediciones

Cuando las lecturas tienden a ser sistemáticamente más altas o más bajas que las obtenidas con otros métodos de referencia, y la desviación aumenta con el tiempo, el sensor podría estar perdiendo su capacidad de medir con precisión.

Daños físicos visibles

Golpes, fisuras, corrosión en los contactos o deformaciones en la carcasa son signos claros de que el sensor podría no estar funcionando correctamente, especialmente si ha estado expuesto a condiciones extremas.

Tiempo de respuesta anormalmente lento

Un sensor en buen estado estabiliza la lectura en pocos segundos o minutos, según el medio. Si tarda mucho más de lo habitual, puede indicar problemas internos o acumulación irreversible de residuos.

Vida útil estimada por el fabricante

Incluso si no hay fallos visibles, conviene considerar la sustitución una vez superada la vida útil recomendada. Los materiales se degradan con el tiempo, sobre todo en entornos de uso intensivo.

Tomar la decisión de sustituir un sensor no debe basarse únicamente en un fallo evidente. A veces, el desgaste es gradual y se traduce en pequeñas imprecisiones que, acumuladas, afectan de forma significativa a la gestión del riego y la fertilización. Mantener un plan de revisiones periódicas y registrar las incidencias facilita detectar el momento adecuado para el reemplazo, evitando pérdidas de producción o uso ineficiente de recursos.


Claves finales para lecturas de CE precisas

La medición de la conductividad eléctrica es una herramienta clave para gestionar de forma eficiente el riego y la nutrición de los cultivos. Sin embargo, su utilidad depende directamente de la fiabilidad de los datos obtenidos. Un sensor de CE bien elegido, correctamente instalado y mantenido de forma regular puede marcar la diferencia entre decisiones precisas y costosos errores de manejo.

A lo largo de este artículo hemos visto que, antes de culpar al equipo, es fundamental comprender los factores que pueden alterar la lectura: salinidad puntual, humedad, temperatura, profundidad y ubicación. Aplicar procedimientos sencillos como la verificación con agua de balsa o pruebas complementarias con soluciones patrón permite resolver dudas rápidamente y evitar diagnósticos erróneos.

El mantenimiento preventivo, la calibración periódica y la interpretación contextual de los datos son prácticas que prolongan la vida útil del sensor y aseguran la calidad de la información. Además, reconocer los signos de desgaste y saber cuándo sustituir el equipo garantiza que las decisiones se basen siempre en mediciones fiables.

En definitiva, el sensor de CE no es solo un dispositivo técnico: es un aliado en la toma de decisiones agronómicas. Tratarlo con el cuidado que merece, interpretar sus datos con criterio y actuar a tiempo ante cualquier anomalía se traduce en un uso más eficiente del agua y los fertilizantes, en cultivos más sanos y en una producción más sostenible.

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